top of page
200731LasPapas077.jpg

Novedades

Todas las SensacioneS que nos estimula

el Territorio Abaucan y quedemos compartir

conTigo

Actualizado: 2 sept 2021

Un puesto en el corazón de la Sierra de San Buenaventura

Llegar hasta Las Papas (2.700 msnm) con un buen vehículo no es tarea fácil. Hay que vadear, según las lluvias de la estación unas 50 veces el río Las Papas. Cuando llueve puede ser imposible.

El pueblo acoge a no más de 100 habitantes que viven mayormente de la ganadería de montaña, cabras, ovejas, vacas y, ya pocas, llamas. Es el punto de partida de la expedición.

Lo primero es revisar las herraduras de nuestras cabalgaduras y afianzar la carga sobre los burros, ensillar, luego partir. Los expedicionarios: Rolo Oviedo y Fabiana Cortez, su hija Nahir, sus nietos Dylan, Miguel, Naithan y yo.

El recorrido de ida fue por el portezuelo de El Rodeo para hacer el trayecto en dos etapas, pasando por el puesto El Telar donde hicimos noche. A la mañana, después de unos mates, otra vez a revisar las herraduras, ensillar, asegurar la carga sobre los burros y partir. No hay descripción para las sensaciones que provoca el entorno que recorremos. Dejo que las fotografías, meras imágenes les den una visión del paisaje.

El golpeteo de los cascos de las mulas, la caricia del viento fresco en la piel, los olores de sudor combinado con los de las plantas, el aire, escaso de oxígeno (3.500 msnm) limpio de poluciones, el tacto de la montura bajo las nalgas, fuerte conexión entre nuestro cuerpo y el del caballo… No hay poesía suficiente para transmitirlo. Quien quiera sentirlo tendrá que probar la experiencia por si mismo.

El puesto se llama Agua Hedionda. Es la confluencia del río San Buenaventura con el Hediondo. Pero no huele salvo que uno lleve agua hasta su nariz. El San Buenaventura es cristalino y saludable.

Ahí compartimos durante una semana las bucólicas labores de la vida en el campo. Todos los días hay que reunir a las cabras, lecharlas y quesear, buscar agua en el río y leña en los alrededores. Cuando es necesario se carnea un chivo o un cordero. Bañar, marcar, castrar y esquilar el ganado es una labor estacional. en esta época también hay que atender los partos de las chivas. Siempre hay arreglos en la arquitectura del puesto, pircar, reparar techos. Cuando el tiempo lo permite, hilar, tejer, curtir, trenzar. Y las labores propias del hogar lavar ropa, cocinar amasar el pan hacer tortillas. si se encuentran, siempre es momento de recolectar yuyos, la medicina Toda la familia participa, sin distinción de sexo. A la noche viene el momento de los cuentos, la charla y una partidita de cartas.

“El día es corto - repite don Rolo - pero sin este rato la noche se hace larga”.

Trekkings, los paseos, son infinitos. Nos dio tiempo solo de dos. Uno por la Playa Blanca, con magníficas vistas al cerro Pabellón (4.624 msnm) otro por el cauce del San Buenaventura hasta donde llaman Las Vegas. Para otra vez, si Dios dispone que vuelva queda la cima del Pabellón desde donde debe haber unas vistas portentosas de la cordillera de los andes a la altura de los Seismiles.

Y, con todas estas sensaciones, después de 10 días emprendimos el regreso a Las Papas junto a don Rolo y Dylan.

La Luna llena nos acompaño en el último trecho por una quebrada de alucine de la que no hay fotos por el apuro para llegar. Habrá ocasión.

La sutilidad de la flor de la caiphora chuquitensis andina una sutil Ortiga de estos pagos es testigo.

Mi más profundo agradecimiento a la familia Oviedo-Cortez que me acogieron como uno más.





Investigación realizada con el apoyo de:


Actualizado: 2 sept 2021


En Europa nacía el imperio Romano. En la confluencia de dos ríos de cuyos antiguos nombres no se guarda memoria, ahí donde los cerros abren una entrada al valle de Fiambalá, un clan de Antiguos se asentó en Huatungasta, el Pueblo de los Grandes Adivinos.

Según la evidencia lo que los atrajo fue la arcilla que las aguas efímeras de la Troya como se conocen hoy el río y su quebrada. Llegó a ser una industria, la alfarería, importante ya que se encontraron vestigios incluso en el Cuzco de los Incas. Los Incas adoptaron el enclave, por estratégico en su estructura imperial, capital privilegiada. Se estima que cuando Diego de Almagro recaló en la ciudad más de 4.000 almas la habitaban.

Ante las desavenencias con los nuevos conquistadores muchos antiguos se refugiaron en las profundidades de la quebrada de la Torya, donde según cuentan las crónicas fueron masacrados de tal forma que se dice que las aguas bajaban teñidas de rojo.

Roja sigue el agua para recordarnos la masacre. De Huatungasta, solo piedras y adobes que el tiempo desmorona como queriendo borrar la Historia.



PARA SABER MÁS:

Actualizado: 2 sept 2021


Río Abaucán a su paso por Tatón.

Aguas que vienen de lejos y de hace tiempo. Mucho tiempo, antes de que vinieran los antiguos a poblar el valle. De los Nevados, los volcanes que treparon al cielo, atrapan las nieves que el Sol licúa. Por su propio peso se deslizan quebradas abajo, sin pedir permiso, empujando rocas del peso de transatlánticos. A su tiempo, rodadas desde las cumbres de los Andes y de Buenaventura transitan por el cauce del río, a veces Colorado, otras Negro o Salado, siempre Abaucán, Señor Guerrero del Alto, según algunos.

Lo que no pudieron las piedras lo logra la arena, en las Dunas de Tatón, sumergir el agua. Mas el Guerrero no ceja y vuelve a asomar a la luz de Inti y Killa en lo que aún tiene el nombre ancestral de Istatacu. Incruenta batalla secular o quizás conveniencia del agua que se hunde en la arena otra vez, para resurgir en los Morteros de ahí seguir su cauce, ora sosegada, ora briosa.

Desde milenios de este pulso son testigos los Alacranes.

El Árbol, Algarrobo, bebe del Guerrero mientras sostiene el recuerdo de un ser querido que partió.

Tiempo que deja sus huella efímera en la arena. Agua, Arena, Viento y Fuego de volcanes que dejan un mensaje que los ojos prevenidos ven y quizás alguien comprenda.



bottom of page