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Novedades

Todas las SensacioneS que nos estimula

el Territorio Abaucan y quedemos compartir

conTigo


Vuela majestuosa la parina andina entre los volcanes más altos de la tierra

Surca el cielo sin controles de fronteras

por Argentina, Chile, Bolivia y Perú

buscando aguas saladas donde anidar y alimentarse

desde la costa del mar a las lagunas cordilleranas,

restos de mares de otros tiempos,

donde se alimentan de algas, crustáceos y moluscos.

Conviven en colonias, siempre con la misma pareja.

Cuando llega en verano ambos padres incuban su huevo

y se turnan para alimentar al poyuelo con “leche de buche”

Flamenco andino, parina grande, parihuana, pariguana, tococo, jututu y chururu, phoenicoparrus andinus

Grande sea tu vida y por siglos sobreviva tu especie.


Brota una semilla chiquita como una lenteja,

se despereza en su cama de tierra cuando la humedad la despierta de su letargo.

Sabia Pachamama, nunca creeremos Tus milagros?

Tiempo y mucho esfuerzo, tierna como una bebé estirando su manita para alcanzar el Universo,

sorteando amenazas, hojita a hoja, ramita a rama,

se desarrolla el Árbol,

Algarrobo del Abaucán con hermanos por todo el orbe.

Si su suerte es propicia y su vida buena

crece hasta convertirse en Arbol Madre,

criatura que cobija de vida más allá del tamaño de sus ramas o sus raíces

provocando bosques, no solo para su especie sino para cientos,

miles? millones?

de entes vitales, flora y fauna

hongos, líquenes, bacterias…

homo sapiens

EXISTENCIA

Bajo tierra el Algarrobo desarrolla la vida que no vemos,

una trama de raíces que busca afanosa la humedad escasa

su alimento vital donde donde otras plantas sucumbirían

envenenadas por la sal

Abrazan el terreno para que no huya con el viento

soporta broncas crecidas o sequías pertinaces.

Florece abundante, en racimos,

pimpollitos minúsculos

polen para perpetuarse

alimento de una miríada de insectos

¿y aves?

Con los primeros calores asoman

verdes, tiernas, frágiles,

pequeñas las chauchitas,

vigorosas

que serán fruto de propiedades

casi milagrosas.

alimento de culturas dispersas

por el mundo.

Bosquecillo de algarrobos en la Quebrada de La Puerta, Fiambalá, Catamarca.

Un recorrido por las edades de la Tierra


Temprano a la mañana Paul, nuestro guía baqueano, nos espera con tortillas y mate cocido caliente, con yuyos, claro, a la entrada del Cañón del Indio. Estamos en el paraje Lorohuasi, parte de la Georuta de la Ruta 60 a su paso por Territorio Abaucán. Ya a esas horas, en esta época, el calor se hace notar.

“Habrá que descalzarse para cruzar el Guanchín” advierte Paul, “el río viene cargado”.

Vadeado el Guanchín, un poco más adelante nos encontramos la Gran Muralla Blanca. Desde la ruta parecen los molares de un gigantesco ser de otros tiempos, de cerca un baluarte inconquistable. Hasta que llego torrencial un río, agua que no pide permiso de paso, y abrió una brecha, la primera puerta.

El verdadero portal a otra dimensión, hay otras y están en esta, está un poco más allá, custodiado por gigantes de rocas. Las llaman Las Torres.

Así entramos los caminantes por este paisaje donde a cada paso se recorren miles de años de la historia de la Tierra. Las sendas, trazadas con paciencia por el agua, nos hacen transitar millones de años, Tiempos de los que los humanos no fuimos testigos, realidades que no atinamos a comprender.

Al final de unas de las laberínticas quebradas, bajo rocas que hace siglos esperan llegar al río para viajar más allá de su Tiempo, David propuso una sesión de Qi Gong para asimilar el flujo energético telúrico.

Esta es la magia del itinerario.

La ciencia dice que la senda que recorremos hace millones de años fue el fondo del mar. Cada estrato, con los minerales que le dan los colores que los caracterizan, fue depositándose uno sobre otro con el contar de los siglos.

Hasta que se encontraron las placas de Nazca y la Sudamericana y creando Los Andes arrugaron el fondo marino y lo empujaron fuera del mar. Quien sabe leer los estratos conocerá la crónica de nuestro Planeta.

Tantos millones de años recorridos abren el apetito. Y ahí estaba para saciarlo un buen chivito asado por María que hizo la delicias de todos. El gozo se siguió, cantando.

Esta también es la Magia del itinerario.











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