No todo es paseos, filosofía y arte en nuestro quehacer cotidiano.
La casa que alquilamos está sobre un terreno de unos 800 metros cuadrados.
Cuando llegamos estaba cubierto de zarzaparrilla. Bajo ese tsunami verde una intrincada selva de chañares de afiladas espinas, molles y yuyos varios sitiaban a la higuera y al pequeño viñedo.
Macheteamos, hachamos, picamos, limpiamos, cavamos. Quemamos primero las ramas que cubrían todo, luego las raíces enterradas.
Liberamos a varios algarrobos sofocados.
Cortamos las cañas que serán cercos, y barriletes.
Trabajar la tierra abre el alma a un entendimiento de los secretos ocultos de la Pachamama.
Recuperamos la higuera y la vid que pronto, con la luna creciente podaremos.
Preparamos el suelo para plantar nuestra huerta con semillas mimadas en almácigos.
Ya son brotes.
Serán frutos.
Como los encuentros con la gente que vive en comunión con la Naturaleza, como nuestras excursiones por sitios aún salvajes.
Serán frutos, serán Arte.