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Novedades

Todas las SensacioneS que nos estimula

el Territorio Abaucan y quedemos compartir

conTigo

Una odisea Caprina


Canta el Gallo, todavía de noche.


Es fría la madrugada a 3000 metros de altura.


Aún en pleno verano.


En el puesto La Casa de el Medio.


Martina es la primera en trajinar.


Prende el fuego.


Prepara unos mates.


La cuadrilla se despereza y se dispone a la tarea.


Doña Martina y su hermana doña Coca con sus hijas Reina y Valeria y su hijo Julio.


También Pierino, el hijo de Martina.


Unos mates rápidos, o té, o nada, un trago de agua.


Inti aún no asoma sobre los cerros, la Cordillera de Buenaventura.


La manada espera en la quebrada.

Más de mil chivos, cabras, chivitos y algunas ovejas.


Hay que encerrarlos en el corral.


Los primeros rallos del Sol despuntan.


Hay que separar a los chivitos de sus madres, encontrar a los guachitos y que otras madres los amamanten.


Y lechar, ordeñar las cabras.


Y marcar las cabras que viajarán a otros cerros.


Y separarlas de las que se quedan.


Las que no viajan apuntan al monte a ramonear.


Volverán al atardecer a su quebradita.


Acabada esta faena viene el desayuno, mate con yuyos pan y mermelada caseros.


Mientras fermenta la leche para quesear.


Dos hormas salieron del esfuerzo.


Ochentaitantas cabras, chivitos y un cabrón inician la marcha hacia Las Papas andando por imponentes cerros.


Hay que bajar la cuesta del caracol, nadie sabe su edad, la hicieron los Antiguos, hasta el río.


En el pueblo nos espera Tino, hijo de Coca, y sus hijos.


Llegó a la par el camión. Tino presta su corral e invita el almuerzo.


Después de comer suben las cabras al camión y se inicia el tortuoso descenso, vadeando el río, varando en la arena.


Después de medianoche llegamos a Fiambalá.


El camión, Martina, Kiko, su marido, y Pierino y el conductor siguieron viaje.


A las seis, antes de despuntar el alba, las cabras llegaron a su nuevo hogar, cerca de Cortaderas, en los Andes.







En realidad el monte no se llama Abaucán. No se el nombre aún pero eá en el territorio que damos en llamas Abaucán.
ABAUCAN, de la serie Mil Tonos de Grises.

Me enteré porque me lo dijo Mario Quiroga, compañero fotógrafo de Catamarca. Ya salió publicado en los medios provinciales. Yo estaba esperando una confirmación oficial para hacer correr la noticia: fui galardonado con el 1º premio, categoría profesional, del concurso Catamarca al Natural. Naturalmente me siento muy satisfecho.

La foto ganadora forma parte de de la recién iniciada colección Mil Tonos de Grises, una manera de reinterpretar los imponentes paisajes de esta volcánica comarca catamarqueña.

Nunca fui aficionado a los concursos, bastante competencia circula en el ámbito profesional, más bien mi recorrido fue por las diferentes sendas que la fotografía propone.

Los invito a verlas en:

Vistas del Pirineo aragonés desde Belchite un día de tormenta al amanecer.
Pirineo Aragonés

Agradecido , como no, al jurado, Ariel Pacheco y Carolina Cabrera y el artista plástico Marcelo Villagra, que supieron interpretar la otra realidad que propone


Los Alacranes o Escorpiones habitan nuestro planeta hace 325 millones de años. Nosotros, Humanos Sapiens, solo 5 ó 7 millones. Hay que contarlos, he?

Ancestralmente tememos a los alacranes, como a las arañas y las avispas por citar solo insectos, porque sus picaduras son molestas, a veces incluso mortales. Por eso, como Sapiens que somos, determinamos que lo mejor es eliminarlos. Ajusticiemos a los escorpiones, las arañas y otros bichos que andan picando por ahí. Por asesinos, molestos o simplemente asquerosos o inútiles. Como si convivir con ellos en la misma biosfera fuese incompatible con nuestra propia existencia humana.

Y si razonáramos holísticamente, viendo la foto de este alacrán, los incompatibles no seremos los Sapiens que, como nos las sabemos todas, tenemos derecho a masacrar a todo ser que nos sea molesto?

Cuántas víctimas causa un misil, las minas antipersona, las balas?

Cuántos muertos provoca un virus modificado genéticamente por sabios Sapiens? Qué religión es capaz de erradicar el odio instigador de holocaustos?

Quizás tengamos que aprender algo del Alacrán que vive tranquilo en su madriguera y, a veces, buscando caza entra en casa, no con afán de aniquilar, sino de sobrevivir.

No los aborrezcamos. Defendámonos más bien del veneno que nosotros Homo Sapiens destilamos, sutil, mortífero.

Puede que así, contemos nuestra historia dentro de 325 millones de años.


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