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Foto del escritorgiampaolofoster

Chivas de Las Papas

Una odisea Caprina


Canta el Gallo, todavía de noche.


Es fría la madrugada a 3000 metros de altura.


Aún en pleno verano.


En el puesto La Casa de el Medio.


Martina es la primera en trajinar.


Prende el fuego.


Prepara unos mates.


La cuadrilla se despereza y se dispone a la tarea.


Doña Martina y su hermana doña Coca con sus hijas Reina y Valeria y su hijo Julio.


También Pierino, el hijo de Martina.


Unos mates rápidos, o té, o nada, un trago de agua.


Inti aún no asoma sobre los cerros, la Cordillera de Buenaventura.


La manada espera en la quebrada.

Más de mil chivos, cabras, chivitos y algunas ovejas.


Hay que encerrarlos en el corral.


Los primeros rallos del Sol despuntan.


Hay que separar a los chivitos de sus madres, encontrar a los guachitos y que otras madres los amamanten.


Y lechar, ordeñar las cabras.


Y marcar las cabras que viajarán a otros cerros.


Y separarlas de las que se quedan.


Las que no viajan apuntan al monte a ramonear.


Volverán al atardecer a su quebradita.


Acabada esta faena viene el desayuno, mate con yuyos pan y mermelada caseros.


Mientras fermenta la leche para quesear.


Dos hormas salieron del esfuerzo.


Ochentaitantas cabras, chivitos y un cabrón inician la marcha hacia Las Papas andando por imponentes cerros.


Hay que bajar la cuesta del caracol, nadie sabe su edad, la hicieron los Antiguos, hasta el río.


En el pueblo nos espera Tino, hijo de Coca, y sus hijos.


Llegó a la par el camión. Tino presta su corral e invita el almuerzo.


Después de comer suben las cabras al camión y se inicia el tortuoso descenso, vadeando el río, varando en la arena.


Después de medianoche llegamos a Fiambalá.


El camión, Martina, Kiko, su marido, y Pierino y el conductor siguieron viaje.


A las seis, antes de despuntar el alba, las cabras llegaron a su nuevo hogar, cerca de Cortaderas, en los Andes.






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