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Novedades

Todas las SensacioneS que nos estimula

el Territorio Abaucan y quedemos compartir

conTigo

Actualizado: 12 ene 2022


Observar Aves es un ejercicio relajante. Y fascinante. Saber de de pájaros, ornitólogía demanda un poco de estudio. Fotografiarlas exige adiestramiento y práctica.

No soy un experto ornitólogo. Contemplar pájaros es un ejercicio de meditación, terapia anti-estrés. Fotografiarlos una adiestramiento auto-impuesto.

Salir al campo, respirar aire puro, caminar, sentir las sensaciones que brinda la Naturaleza.

Normalmente armo mi equipo con con un viejo objetivo catadióptrico de 500 mm. compacto y ligero. Lo mejor, sin lugar a dudas, es el especial efecto bokeh ese que a los desenfoques los convierte en anillos. Eso si, tiene sus inconvenientes. O serán virtudes también.

Por una parte es poco luminoso. Esto se resuelve porque las cámara que uso me permite disparar con muy poco ruido. Aunque, dicho sea de paso, como fotógrafo de otras modas, la textura que da el ruido, como en su tiempo el grano que ofrecían las películas, a mi me gusta. Disparar a 3200 ISO a pleno día permite tiempos de exposición que congelen el movimiento. Aún a diafragma f 8, que es fijo.

La apertura no da para mucha profundidad de campo, ninguna prácticamente así que el enfoque ha de ser preciso.

Ahí estriba el segundo inconveniente. O es una ventaja? El enfoque es exclusivamente manual así que es preciso calcular, más bien predecir la trayectoria y corregir el enfoque a puro reflejo. Instinto, concentración y entrenamiento.

Pero no quería hablar de fotografía. Mi intención era animar a todos los observadores de aves, birdwatchers, y a quienes aún no lo son a acercarse al Territorio Abaucán donde el aparente desierto ofrece pocos obstáculos para el relajante ejercicio de observar Aves.

Si necesitas relajarte veni a Fiambalá a observar sus pájaros.

Como NO-ornitólogo agradeceré toda aportación para saber los nombres de las Aves fotografiadas en este reportaje. GRACIAS!


Actualizado: 12 ene 2022

Caminando sobre la Luna

Apenas oigo el sonido de mis pasos

caminando sobre la luna (Sting, Walking on the Moon)

Eso es lo que se siente caminando por el paraje que llaman Las Torres, a poco más de 20 minutos de Fiambala por la ruta 60, camino de San Francisco, donde la cuesta del Loro Huasi. Ahisito nomás!

Se entra por la muralla de piedra blanca adornada de verde, quizás la pared del cráter de un meteorito.

El silencio lunar se escucha en los rincones donde no da la brisa. En el silencio, se oye la propia respiración, a veces hasta los latidos del corazón.

Se sospecha el engaño a poco de caminar, torres? o quizás los restos fosilizados de antiguos Gigantes.

Más adelante vestigios de otros seres que habitaron el escenario años?, siglos? atrás. Vegetales, animales, seres de otros mundos?

Verde. Jarillas, y árboles, Algarrobos. Señales del agua que una vez al año riegan estos barrancos.

No estamos en la Luna.

Es la Tierra a la que pertenecemos. Estamos ahísito nomas de Fiambalá.



Actualizado: 28 jun 2022


Camino de subida a Río Grande. Al fondo de ven las dunas de Tatón en el valle y Fiambalá

Tatón está a unos 50 kilómetros de Fiambala. De ahí hasta Río Grande poco más de 40. Sin embargo se tardan unas cinco horas en recorrer el camino que aunque en obras de restauración buena parte esta aún roído por las lluvias. No hay queja, hasta no hace mucho los habitantes de Río Grande bajaban a Tatón a lomo de burro con sus mercancías: quesos, chivitos, tejidos, hilos, yuyos… La velocidad no importa, el tiempo late a otro ritmo en estas montañas. Las vistas invitan tomarlo con calma. Nos acompañan Ricardo, Magali y Mía.

En Río Grande nos esperan la familia de Ricardo, Don Antonio Suarez y Doña Angélica Tolaba, sus abuelos, y Silvestre, Goyo y Juan sus tíos. Ya es noche, el rito de bienvenida mate pan, tortilla y queso caseros. Luego la cena.

Senda para burros camino a El Pozo.

A las seis de la mañana partimos hacia El Pozo, puesto donde nos esperan Sandón, Marta, mil chivos, ovejas y faenas campestres, lechar y capar. El camino es el antiguo para mulas. La subida dura aunque solo sean dos horas de caminata.

El trabajo intenso, tranquilo, elegante. Chivito asado para almuerzo con invitados de última hora. Sobremesa amable de voces quedas. El silencio obvian el vocerío. Nombres de los cerros, los tiempos de antes, chanzas y chimentos.

La vuelta al atardecer, espectáculo de quebradas y picos de cuatro mil metros. Allá a lo lejos esas arenas blancas exhaladas por un volcán mucho, mucho tiempo atrás.

El domingo amanece con sosiego mate y tortillas recién hechas al fuego. Sesiones de fotos familiares y demostración de hombres que saben hilar lana de oveja, llama y vicuña. Almuerzo y después vuelta por el camino precario de paisajes de que vislumbran Pachamama.

Los pelos de las colas de los chivitos castrados durante la jornadas se guardan para ofrendar a la Pachamama.

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