Hubo un en un tiempo, en orilla izquierda del río Abaucán una orgullosa finca, Las Retamas. La casa, los establos y almacenes asentaban sus cimientos al borde del acantilado, a veinte metros sobre La Zanja, como se conoce al cauce. Hasta durante la temporada de lluvias está seco. No hay que fiarse mucho, cuando llueve, allá arriba, en la montaña, sus crecidas pueden ser devastadoras.
Sin embargo lo que provocó el abandono de la finca no fue el río, sino la arena. Todo el recorrido del río Abaucán, desde más arriba de Instataku, Los Nacimientos, fue un Bosque. Churquis, Breas, Espinillos, Jarillas, Retamas, Chañares y Algarrobos. La ambición excesiva los fue mermando hasta crear el paisaje desértico que se ve hoy.
Al desaparecer el Bosque las arenas se sintieron libres de volar. Son médano. Y el medano cubrió las cosechas como cubre hoy las ruinas de la casa, y las memorias de tiempos antiguos.
Esta es una reflexión, caminando el curso del Abaucán, desde Fiambalá hasta Saujil, el oasis donde el agua brota da abajo de los derrubios que viene bajando de la montaña.
El manantial, después de regar las viñas, vuelve a sumergirse bajo la arena y en la orilla. Entre lo plantado y el médano una delgada franja de bosque nos recuerda lo que una vez habrá sido.
Y da esperanza de lo que alguna vez pueda volver a ser.
Evitando que nos cubra la arena.
Come un dipinto il paesaggio offre di tutto nella contrastività vince la natura che cresce nel deserto.
Fantastica emozione poter conoscere quei luoghi dove la natura esplicita la forma in un deserto di speranza date dai suoni secolari del vento che accarezza quell' oasi fatto acqua resistente infondendo speranza . Siete meravigliosi !!