Cuando sopló el Zonda, al día siguiente el aire queda impregnado de polvo en suspensión. Amanece un Sol paliducho que ilumina el paisaje en tonos pastel. Sopla aún un aire agradablemente fresco. Buena mañana para un paseo.
Desde el barrio La Ramadita se ve en frente, mirando al Este un conjunto geológico de lo más atrayente, Los Overitos. Cruzando el cauce seco del Guanchín y del Abaucán comienza un suave ascenso por los depósitos aluviales que derrama de la Sierra de Fiambalá. Detritos sedimentados durante siglos y eónes, dibujados por torrentes de aguas salvajes como una red de raíces cuyo tronco es la quebrada del Molle.
Siguiendo esos cauces secos se llega a la quebrada donde se apoya una duna que sorprende por lo irreal de la inclinación de la ladera, una pendiente de 45º de pura arena.
Alrededor un paisaje migmático, de rocas que surgen de las profundidades marinas de hace 400.000.000 de años.
Tiene algo de irreal caminar con la conciencia puesta en los tiempos geológicos. La energía aún irradia de unas fuerzas que nuestra percepción es incapaz de desentrañar. La profundidad del significado no deja indiferente al alma sensible. La Luz, tamizada por el polvo suspendido en el aire, quizás sea premonición anímica de un misticismo desvanecido.
La Razón no tiene respuestas.
La vegetación es escasa, la humedad esporádica o, a veces, torrencial. Cuando así ocurre ruedan rocas de toda dimensión. Solo los molles, jarillas, las breas más resistentes clavan sus raíces con la garra suficiente para no ser arrastrados. Otras plantas bajan con la corriente a colonizar en valle. Huellas de insectos y pajaritos marcan la arena hasta que los próximos vientos los borren.
Toda forma viviente es delicada.
Reina un equilibrio sutil.
Desde lo alto de Los Overitos se ve la pendiente, surcada de las ramas del tronco que el agua, el viento y la arena dibujaron para la contemplación.
A nuestros pies el Valle del Abaucán.
Desde lo alto de Los Overitos camina por medanales que al mediodía pierden toda dimensión de volumen, la vista se engaña, las distancias son confusas.
La luz tamizada por el polvo realza al efecto.