A pocos kilómetros a de Fiambalá, ahisito nomás, por la ruta 60 a mano derecha, un banderÃn amarillo y un cartel pintado a mano indican el desvÃo a La Salinita.
Hace años era un puesto ganadero, una pequeña casa pircada, donde la familia Marcial cuidaba sus cabras y mantenÃa un huerto con el hilito de agua que vierte vecino.
Walter y su familia convirtieron el paraje en un espacio donde pasar un dÃa en familia, con amigos, tranquilo y al reparo del zonda. Una ramadita de cañas mantiene el frescor donde comer un asado.
MarÃa fue la encargada de prepararlo para nosotros mientras caminábamos por el circuito de mountainbike.
Paseo por la agrestre, sutil, orilla de la Sierra del Oeste. A la vuelta, la mesa puesta y los amigos, esos amigos con quienes uno irÃa al fin del mundo, Carla, Eduardo, Miguel, Maria, Yoli y Dorita.
Hay que volver, por los Amigos y porque aún quedan senderos por explorar