La ruta, recién asfaltada, sube en 17 km desde Fiambalá unos 400 metros más de altura hasta los 1.900 msnm donde se encuentran las termas.
El agua sale del manantial a 60ºC y va descendiendo en piletones de 46ºC hasta 32ºC con un levísimo olor a minerales. La calienta el gran horno que es el vientre de la Madre Tierra para nuestro solaz y disfrute. Ahora es un complejo turístico municipal donde uno puede ir a pasar el día, o el mes si quiere a relajar el cuerpo, estimular el espíritu y bajarle un cambio a la conciencia.
No olvidemos sin embargo que hace milenios que brotan estas aguas de la tierra con su vigor volcánico. Y ya mucho antes que nosotros había humanos que las visitaban y tomaban baños purificadores. Seguro con la humildad con que se acerca uno a lo sagrado.
Hoy, el lugar iluminado como un disneyworld sigue teniendo los poderes de las entrañas de la tierra. Quizás no lo veamos deslumbrados por la arquitectura, iluminación y la inmensidad de los alrededores pero el poder sigue ahí. Reconozcámoslo la magia de lo sagrado perdura.
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