Si yo fuese un árbol no comenzaría mi cuento así:
Me puse de copa mi sombrero y decidí migrar del valle de mis ancestros buscar tierras mejores, más acogedoras.
Expresarse así es típico de humanos. Humanizamos la Naturaleza. Necios somos, la Naturaleza nos hizo humanos.
Cuento así esta historia para que lo entienda nuestra humana-mente.
Durante milenios retamas, algarrobos, chañares, breas, arillos y muchos hermanos más hemos convivido con los humanos en este valle del río que llaman Abaucán. Hemos soportado temblores de la Madre Tierra, la violencia de las erupciones volcánicas, épocas de escasez de agua y su exceso en enorme crecidas. Durante todo el tiempo hemos sido generosos en frutos para fauna y humanos. Ofrecemos leña para calentar y madera para construir.
Hubo un tiempo, no hace mucho, cuando los humanos y nosotros vivíamos en equilibrio y armonía. Ya no. Abuelos, tatarabuelos, que vivieron 1.000 años han sido masacrados por hacha y motosierra. Pocos son quienes vienen a honrarnos. Solo se nos clasifica por rentabilidad.
Por eso me puse mi copa por sombrero y migro a buscar tierras más acogedoras.
Yo no soy un árbol, pero te deseo suerte, amigo.
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