En el campo La Margarita, más conocido como “lo de Irene” por la tía de Valeria.
Estuvimos reordenando la casita y sus enseres. Acomodar todo lo que llevamos no es fácil, vamos adquiriendo práctica.
Armar la carpa tampoco lo fue. Nos llevó un buen rato de cavilaciones. Quedó bárbara y sirvió para guarecernos un poco del frío. Las madrugadas amanecían soleadas pero hasta que el Sol calentaba el ambiente un manto blanco de escarcha lo cubría todo. Se helaba incluso el agua condensada dentro de la casita rodante. Como vivir en un iglú. Salir del calorcito de la cama requería un cierto grado de valentía. La rutina consistía en reencender lo ante posible el fuego, poner la pava y preparar el primer mate como para calentar el cuerpo. El alma a veces se calienta también con sensaciones como esas.
Sacar agua del pozo, para nosotros y para las vacas. Recorrer el monte de los alrededores. Acercarnos al pueblo a comprar víveres y a conocer a la gente y sus historias. Al fin y al cabo todos somos Naturaleza.
Cristian, el secretario municipal, gran talador de madera, los carteles del pueblo son obra suya. Graciela y Beto, tíos de Valeria que todos los días van a cuidar sus vacas y cabras al campo. Don Pascual Arcando, mejor conocido como El Pitín, de 95 años, ingeniero italiano, piemontese que vino en 1950 con la Fiat y conoció su esposa Marcela Sagoi, italiana de Gemona, Friuli, que entonces vivía en Mendoza con su familia. Aún trabajan el campo y su huerto y tienen una historia que merece otro capítulo. Marta, a quien le comprábamos su riquísimo y generoso pan casero. Yesica, Sergio y su familia que, fascinados, nos invitaron una noche a cenar para que le contaremos de nuestro trabajo. Ella estudia turismo, él veterinario, administra su feedlock.
Saladillo cuenta con unos 300 habitantes, cuenta con escuela primaria y secundaria un centro de salud, una biblioteca popular y una iglesia.
El 24 Acompañamos a Valeria a San Luis. Sus obligaciones la llamaban otra vez a sus pagos. Nosotros nos quedamos tres días más disfrutando del campo su agua de pozo y sus fogatas de la madrugada y del atardecer.
El 26 fuimos a visitar Los Alazanes, en Durazno, donde la tribu Scarpatti enseña doma india a quien quiera aprender. Nos recibieron Cristobal, Flor y su familia. Pese a que eran las tres de la tarde recién se sentaban a almorzar. Nos invitaron a acompañarlos y a volver a visitarlos a finales de primavera a pasar unos días aprendiendo doma y conociendo la vida de los caballos salvajes que habitan montaña arriba.
El objetivo principal fue cumplido: desprendernos de comodidades de la vida y abrir la puerta del pasillo que conduce a la comunión con la Naturaleza.
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