Los Nieto, de Palo Blanco, pastorean su ganado de vacas, cabras y llamas en los cerros de Narváez, a unos 3.500 msnm. Suben a su puesto a menudo para juntar el ganado, marcar, controlar y vigilarlo de pumas y cuatreros. También a buscar yuyos y pasar noches de fogón contando historias. Ahí en el puesto no hay televisión ni cobertura telefónica. La luz la ofrece una placa solar y las llamas del fuego.
Los “changos” Nieto me invitaron a pasar una semana con ellos cerca de donde los antiguos escribieron sus símbolos en una peña. La Peña Escrita la llaman. El significado de los ideogramas se perdió con el tiempo. Su seducción no.
Subir al cerro de los Nieto ocupa unas seis horas a lomo de mula. Hay que llevar provisiones y abrigo. El agua surge de un manantial cercano que compartimos con el ganado.
Caminando como lo hicimos con El Nene cuesta ocho horas, 1500 metros de desnivel, vadeamos ríos, trepar rocas, y llenar nuestras botas con la arena de las dunas. Arenas volcánicas. Dunas bajo las cuales brota el agua dulce.
En el camino paramos a visitar a Doña Rosa y El Gordo (EPD). Al momento de publicar esta nota el compañero de Rosa se desbarrancó y, aunque pudo llegar hasta el puesto por su pie, no logró esperar que lo rescataran para llevarlo al hospital. Me siento en deuda con él, prometí hacerle llegar las fotos que les hice.
Pasamos cinco días con Aldo el Nene, Felix el Kuky, el Chiqui y Jairo en El Pueblito, así se llama su puesto. No lo busquen en Google. Si quieren ir me avisan. Hablo con los changos y vamos. Nos une haber compartido la experiencia en la Naturaleza de la montaña.
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